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Decisiones difíciles

Esta semana me tocó tomar una decisión que se puede llamar difícil, tuve que despedir de la empresa a una persona.

Era una situación en donde todo indicaba que era el decisión correcta, justificada, con todos los antecedentes para respaldarla y aún así no quería tomarla. 

¿Por qué? Porque yo me sentía mal por hacerlo, nunca quieres dejar a una persona sin trabajo, por todo lo que ello implica, sin embargo esa persona no cambió su estándar profesional durante el proceso de evaluación de varios meses, por lo que sus resultados no cambiaron.

Aunque yo me sentía mal o incomoda por tener que hacerlo, al final de cuentas era lo gusto para todos, ya que hay otras personas que terminan subvencionando el trabajo de quién no lo está haciendo adecuadamente y que les afecta.

El resto del equipo baja su rendimiento, se molesta al ver que hay personas que no rinden o deja de importarle el trabajo que hacen.

Tener a alguien que no se preocupa por mejorar en el equipo, que no se toma en serio las oportunidades que se ofrecen, que en definitiva no quiere cambiar, no le hace bien a nadie.

Esto que se ve en este caso de vida laboral y también nos pasa en lo personal, en relaciones que no son equivalentes, ya sea dentro de la familia o con la pareja o con los amigos, quizás nos hemos encontrado con alguien se solo espera que le den sin entregar nada a cambio.

Entonces, también hay que tomar decisiones difíciles donde a lo mejor tenemos que aprender alejarnos de esas personas aunque nos duela.

Al final todo esto es saber poner límites, hay que saber dónde está el equilibrio adecuado para poder estar tranquilo, para no culparnos o culpar al otro, para ser conscientes de lo que necesitamos para poder vivir bien.

Ser conscientes de nosotros mismos, de qué queremos, de quién queremos ser, es base para que seamos creadores de nuestra vida y la vivamos como realmente queremos vivirla.

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